El Alboka, ese clásico "where everybody knows your name"


Sentirse persona antes que cliente en la barra de un bar es un motivo por el que inclinarte por determinados locales. Porque el café sabe más rico cuando te lo sirven sin preguntarte cómo lo quieres, y porque es más agradable beber cerveza cuando el número de vasos va creciendo proporcionalmente al número de interlocutores. 

Hay muchos aspectos en juego a la hora de valorar qué bares frecuentar. Algunos de ellos podrían ser el tipo de gente que lo alterna, la música o la decoración. Pero el que te saluden por tu nombre de pila según cruzas la puerta debe de ser uno de peso. Porque en el Alboka nunca han dejado de hacerlo, y treinta años después de su apertura, las generaciones que eran jóvenes cuando se servían las primeras cañas siguen acudiendo a tomárselas allí. Claro que también hay otros. 


Porque entramos y nos encontramos una barra en L de madera acabada en líneas curvas. Un suelo de ladrillos y baldosas rojo añejo. Un espacio en alto con cuatro mesitas redondas delimitado por una barandilla ornamental. Un perchero de pie propio de una casa antigua. Un discreto rincón con un sofá de cuero recogiendo la esquina del local. Una escalera de caracol, también de madera. Exposiciones varias dando vida a las paredes junto a carteles que anuncian la agenda de la ciudad. Estrechas mesas blancas de mármol sobre pies de máquinas de coser.

20 años duró la máquina de café que fidelizó con sus sabores a tantas generaciones

huele a café. Y las tenues luces calientan a través de originales lámparas de cristal, colgadas del techo, como brotando de la pared. Y suena buena música: Rock del clásico, a veces Blues, algunas Jazz. 

Con todo esto muchos donostiarras han elegido el Alboka como cobijo para leer, disfrutar las horas de pira, o descansar la mente tras horas en el Koldo Mitxelena. Porque este bar de la calle Easo ofrece algo difícil de encontrar en otros sitios: un ambiente de tertulia. Una atmósfera de charla motivada por la hogareña decoración  inspirada en los años veinte, la sincera confianza con que se recibe a los clientes, y la disponibilidad de sus paredes para albergar las propuestas de todos y para descubrir algo a muchos.

Un corcho donde encontrar piso, masajista, clases de guitarra, banda y muchas otras cosas

Historia y características del bar Alboka de San Sebastián

El Alboka abrió sus puertas en 1978 como bar de ambiente. Pero en el 87 se reinventó con la llegada de los nuevos propietarios, que aún lo regentan hoy día, y se apostó por crear una atmósfera relajada, de charla y "cultureta". Para conseguirlo: exposiciones, conciertos acústicos, y un veto declarado a la música comercial. Y aunque durante años las actuaciones en vivo se vieron mermadas, la crisis las ha traído de vuelta para animar el ambiente los jueves por la tarde. 


Aunque las cañas y las copas siempre estuvieron presentes en el bar, habitualmente abierto hasta las dos de mañana, esta iniciativa las trae con más fuerza. Y con ello, las charlas tranquilas sentados en torno a una mesa dejan paso a conversaciones de pie con la mirada fija en el grupo de la semana. Pero el que la gente revolotee por el bar más inquieta que de costumbre, no resta familiaridad en el trato. Porque el Alboka, haya el alboroto que haya, siempre es ese lugar donde todo el mundo sabe tu nombre.








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