La bailaora Rocío Molina, elegancia asalvajada por palos flamencos
La bailaora Rocío Molina. FOTO: www.rociomolina.net |
El baile flamenco se reinventa en
la interpretación de la bailaora Rocío Molina. Los clásicos taconeos y figuras
del baile jondo conviven en escena con elementos poco flamencos, llegados al
tablao para ensalzar los pasos de baile de la artista. Una pandereta, una copa de vino o una botella de
cristal sirven a esta bailaora malagueña para regodearse en su maestría en el
arte de los tacones, y enriquecer su interpretación.
Capaz de zapatear mientras toca
la pandereta, moviéndola con la elegancia propia con que una gitana bailara con
su mantón, sorprenden los recursos de que se sirve esta bailaora para
interpretar flamenco. Apoyada en una guitarra española y dos palmeros, que a su
vez ejercen de cantaor y de percusionista, va desgarrándose por el escenario con un
control maestro de sus pasos.
Foto: www.rociomolina.net |
El pasado sábado, la bailaora llegó a San Sebastián para presentar la obra Danzaora, de la que ella misma es coreógrafa, y no dejó indiferente a ninguno de los reunidos en la sala Gazteszena. Si habitualmente el público guipuzcoano parecemos poco dado a la interacción con los artistas, en esta ocasión se rompió la tradición para hacer de los aplausos, las ovaciones y esos cañís "guapa", una constante durante la actuación.
Porque la sorprendente propuesta de la malagueña conmueve fácilmente a cualquiera. Una obra que se abre y cierra con un mismo recurso: el rítmico sonido circular producido con la puntera del zapato sobre la madera. Con esa discreta apertura se da rienda suelta a un flamenco entremezclado con gestos teatrales, que, aún rompiendo con la elegante línea de baile, inyectan fuerza y personalidad a la interpretación de la artista.
Foto: www.rociomolina.net |
Atractivos recursos como zapatear entorno a una copa de vino situada en medio de un foco de luz de poco más de 30 centímetros de diámetro para que la fuerza del baile haga vibrar el cristal y moverse el vaso tan cerca taconea la bailaora de su eje de acción a una velocidad vertiginosa, se entremezclan con recursos tan cañís como la percusión creada con las manos sobre una mesa de madera.
Gestos como pararse a darle un trago de vino a la botella, dotar a una copa del protagonismo de varias partes de la coreografía, usar una botella de cristal y un palo de madera para la percusión central de algunos trozos de la pieza, o convertirse la bailaora de repente en una reina mora de pañuelo a la cadera y pandereta a las manos, hacen de Danzaora una obra con alma de la que uno no puede despegarse mientras Rocío Molina inunda el escenario.
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