Porque hoy la sidra se escancia en buena compañía

La Plaza de la Constitución abarrotada en Santo Tomás. Foto: extraída de la página de Lacunza


El 21 de diciembre es un día señalado para los donostiarras. Cuando éramos pequeños, era indicador de vacaciones en el colegio, y, aún hoy, es la antesala de la Navidad, y una entrañable excusa para redescubrir la ciudad guiados por los puestos de txistorra vaso de sidra en mano. 

Mis primeros recuerdos de esta fiesta se remontan a cuando mi ama me engalanaba de casera y me colocaba una artesana cesta de mimbre llena de puerros y zanahorias colgando del antebrazo. Aquellos tiempos en que mi hermano, tres años menor que yo, lloraba sin consuelo porque él no quería vestirse de casero a ningún precio, y rogaba a mis padres que lo vistiesen del Zorro. No era fácil para ellos hacerle entender que pasearse por la Parte Vieja con capa y espada poco tenía que ver con la celebración tradicional; y, desde luego, era imposible para él rendirse ante la promesa de que al año siguiente le cambiarían la chapela por el antifaz.

De mis primeros santotomases rescato también el sabor a Anís de las roscas de San Blas que mi aita nos compraba en la Plaza de la Constitución. En aquellos puestos nos alegraba también con una de esas míticas rueditas de colores enganchadas a un palo largo que te dedicas a guiar como un loco por la calle; y con esos martillos de plástico que hacen ruido al golpearlos. El reparto solía establecer la súper rueda para mí, y el estridente martillo para mi hermano.

Pero lo más emocionante de la plaza era, sin duda, descubrir en su centro a la cerda y soñar con que nuestros boletos serían los ganadores y nos llevaríamos el cocho a casa. Más de una vez le prometí a mi amiga Lara que si me tocaba a mí le regalaba la mitad, para que ella también tuviese jamones y chorizos. Y ella, a su vez, me garantizaba la misma generosidad. Entonces, convencidas de que la enorme marrana sería nuestra, ideábamos todo el proceso de carnicería a llevar a cabo. Con eso soñábamos los niños en mi época en Santo Tomás. Y supongo que hoy encontraré también un montón de renacuajos pegados a la jaula de Felixi, que así se llama la ejemplar de este año, ilusionados con que la puerca sea suya al final del día.

Yo ya no seré partícipe de esos anhelos de hacerme con un cerdo, pero saldré a la calle con otros nuevos. En estos tiempos, la ilusión de este día viene servida por la compañía. Porque hoy vamos a estar todas juntas compartiendo txotx. De unos años a aquí, esta fecha se ha convertido en la vuelta a casa de los que vivimos fuera y uno de los pocos momentos en que la cuadrilla estamos al completo. De Madrid, de Barcelona, de Canarias...Poco ha importado donde estuviésemos, porque el 21 siempre ha sido sagrado, y se está en casa: con los nuestros, felices de vernos otra vez, y haciendo confesiones con lengua de trapo


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