¿Por qué a mí?

Por qué me regalarán ratos tan ricos...


Por qué he pasado hoy un día tan entrañable junto a mis amigos. Por qué disfruté ayer de un cocido tan delicioso junto a la chimenea. Por qué vivo en una ciudad que tanto me gusta patear. Por qué mi madre me apoya siempre incondicionalmente. Por qué he podido buscarme la vida junto al mar los últimos cinco años. Por qué pude estudiar la carrera que quería. Por qué mis padres pudieron pagarla, aún cuando me decanté por la universidad más cara del país. Por qué llego a mi casa en barco atravesando una bahía flanqueada por verdes montes. Por qué siguen atendiendo mis locuras y queriéndome a pesar de ellas. Por qué ha salido hoy ese cálido sol de invierno regalándonos un día al aire libre sin abrigo. Por qué me pasan estas cosas. ¿Por qué a mí?

Nunca había puesto estos tesoros en tela de juicio. Porque sólo me hago esta pregunta cuando algo va mal. Cuando no encuentro trabajo a pesar del empeño, cuando entendí que no me quería y me pilló por sorpresa, cuando supe que no valoraban mi labor a pesar de la profesionalidad con que la desarrollaba, cuando su envidia me asfixiaba y no entendía como una vez más había vuelto a confiar en gente que no era digna de ello. Entonces sí: POR QUÉ A MÍ. Porque, cómo pueden asaltarme acontecimientos que me duelen si no he hecho nada malo para merecerlos.

Pero rara vez me pregunto por la razón de tantos motivos de alegría. Y estos son sin duda más numerosos, y desde luego más importantes, que las razones de mis tristezas. Pero es bien sabido que sólo nos sentimos el centro del Universo cuando las cosas no nos salen como deseábamos, y entonces creemos que Todo conspira para que no alcancemos nuestra meta.


Por qué saldrá y se pondrá todos los días el sol...


Así lo ha retratado el último capítulo de Cuéntame como pasó, en el que todos los personajes se preguntan por qué a ellos. Por qué un cáncer, por qué el haberse arruinado, por qué tener que volver al barrio, por qué un año con tantas desgracias. Pues, seguramente, porque la vida no es un camino de color rosa. Y a ratos, y a pesar de no hacer nada por merecerlo, nos tocan tragos amargos. Pero como no podemos hacer mucho por evitarlos, más valdrá tragar con toda la fuerza que tengamos, y seguir adelante pensando sólo y exclusivamente en el porqué de esos grandes momentos. Esos amigos, esa familia, esos paisajes, esas canciones, esos viajes, esos trabajos, esas historias, esos paseos... No hice siempre hice algo por merecerlos, y aún así, me tocaron a mí, y sólo a mí.

Sería cómodo vivir en un mundo de color rosa. Pero vivir es algo más que mera comodidad...
    
   

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