Genio se hace, y luchador se nace
Saramago, ¿Nobel de Literatura por poseer un Don o por haber dedicado toda una vida a la escritura? Foto: Lanzarote 09 |
Se dice que para alcanzar la maestría en una disciplina se requieren 10.000 horas de práctica, una media de tres horas al día durante 10 años. Así lo explica el escritor y sociólogo Malcolm Gladwell en el libro Outliers. Por su parte, Henri Cartier-Bresson afirmaba que las primeras diez mil instantáneas de un fotógrafo no valdrían demasiado; y Hemingway tachaba las primeras diez mil palabras de un escritor de porquería. Se mida en minutos, fotografías o frases, estas tres teorías se refieren a un mismo supuesto: para ser bueno en algo, hay que dedicarse plenamente a ello.
Eso está claro. Pero, ¿qué pasa con cómo se viven esas 10.000 horas? Porque durante esos 10 años de trabajo habrá muchos días malos. Momentos oscuros en que parecerá inalcanzable el día en que lo hagas realmente bien, tan bien como deseas, tan bien que los demás te reconozcan bueno en eso. Y, en mi opinión, en cómo sobrevivas a esos días, que son pura supervivencia donde alcanzar a respirar hondo es un logro, radica la Excelencia. No excelencia en dominar esa disciplina. No. Una excelencia mayor. Una Excelencia Divina que ilumina la cara, rejuvenece el rostro y atrae a los demás. Porque quien ha dominado su mente, ha superado obstáculos, no se ha dado por vencido, y ha tenido siempre presente ese futuro en que ya lo habría conseguido, ése: es todo un maestro, aún sin haber alcanzado la maestría.
Dar lo mejor de sí mismo a ratos es fácil. Pero, dar lo mejor de sí mismo 365 días al año, durante 10 años consecutivos, debe ser jodido. Y refugiarse en que no se es bueno en algo porque no se tiene ese Don es una postura cómoda, además de vaga. Si cuando trabajaba en el periódico, cada vez que la página en blanco me venía grande le hubiese contado a mi jefe que no tenía nada que escribir porque no estaba inspirada, me hubiesen mandado a casa la segunda semana. Picasso solía decir: "Cuando llegue la inspiración, que me pille trabajando". Y que así sea. Que El Gernika no se lo regaló un duende inspirador, se lo ofrecieron las miles de horas que dedicó a esculpir, pintar o dibujar, cuando seguramente a veces sólo le apeteciese pasearse a la cocina a por más café.
Por eso me hacen gracia todas estas pautas a seguir para alcanzar el éxito tan socorridas últimamente, que parecen estar convirtiéndose en la religión del siglo XXI. Esos mandamientos de biblias como El Secreto o de esloganes publicitarios como Luck is an attitude, según los cuales el éxito depende de sonreír a la vida y pensar en positivo. Eso está muy bien, y razón no le falta. Pero a los fieles se les olvida la importancia de la capacidad de trabajo. Que tener imágenes mentales está de fábula, pero el éxito real radica en imágenes reales, y ésas se dibujan trabajando, con constancia, a veces sin ganas, y recordando el amor por lo que haces, aún cuando se te olvida a dónde te lleva. Luchando por conseguirlo, en definitiva. Y por ser mejor cada día, hasta cuando no apetece ser ni mediocre.
Life Time, de Fuel Fandango. "Don´t give up the fight. No dejes de luchar, en el futuro vendrá, tú lo recogerás."
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