Sobrecogidos al encontrar paciencia en el día a día

La escultura "Carmen dormida" expuesta en la Gran Vía de Bilbao


Las calles de la ciudad en la que vivimos, la ventana a través de la cual descubrimos el mundo cada mañana  y la nevera en la que guardamos la compra, convertidos en el centro de todas las miradas. Son los paisajes y los objetos con los que convivimos a diario, pero rara vez nos paramos a mirarlos, aún con la frecuencia con  que los vemos. 

Me atrevería incluso a decir que a la gran mayoría de nosotros estas imágenes nos son indiferentes. Pero hay alguien que dedica su vida a retratarlas con una sincera fidelidad. Y hay otros muchos que de repente nos interesamos por estas escenas en las que nunca reparamos cuando él nos las presenta.
Él es Antonio López, y los otros somos todos esos que nos hemos acercado al Thyssen de Madrid o al Bellas Artes de Bilbao a conocer cómo la luz veraniega tiñe la Gran Vía de Madrid y a admirar la minuciosidad, y la paciencia que suponemos son necesarios para inmortalizarla en un lienzo. No sé si son los temas, el estricto realismo con que los trata, o el largo tiempo dedicado a que las cosas queden atrapadas en el cuadro tal y cómo son. 

Pero no hay duda de que al público le interesa dedicar su tiempo a observar esos bodegones, esos retratos, esas habitaciones, esas flores, esos árboles y esos paisajes urbanos. Seguramente, no porque sean bonitos, no. Sino porque forman parte de nuestra vidas, nos son familiares y nos sobrecoge que alguien dedique su mejor técnica a copiarlos. Ya lo dice él: "No puedo elegir las cosas por su belleza, sino por lo que despiertan en mí". Y más allá de lo que despierten en él, los objetos cotidianos despiertan algo en todos nosotros, porque esos temas ensalzados por Antonio López forman parte del día a día de todos los que nos hemos acercado a conocer su Arte. Un Arte que "puede ser bonito o feo, pero busca la verdad". 

El artista pintando en el centro de Madrid

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