Los gestos desinteresados, claves para alcanzar resultados codiciosos




En el suplemento Negocios de El País leía esta mañana un artículo titulado "Sembrar para recoger", que decía así: "Con más de 38.000 directivos en paro, la red de contactos se consolida como la primera fuente de intermediación laboral". El relato comenzaba rescatando el ejemplo del nieto del multimillonario Rockefeller, que invirtió los primeros 18 meses de su vida laboral en multiplicar los contactos cara a cara como secretario del alcalde de Nueva York.

"La red de contactos que se utilice en un negocio internacional es determinante para su éxito o fracaso", puntualiza el texto. Y en virtud de alcanzar ese éxito, el nieto del multimillonario trabajó por un dólar al año aquel período. Que el heredero de una gran fortuna trabaje gratis, me ha sorprendido, sí. Pero que lo haga por ampliar sus contactos, me ha dejado atónita. Porque dinero está claro que al joven le sobraba, pero que no le sobrasen los contactos, no me lo esperaba.

Yo he pensado mucho en esto últimamente, durante los nueve largos meses que he combatido en el Frente Nacional de los Parados. Y no ha habido en este periodo un sólo día en que no haya refrescado algún antiguo contacto o establecido uno nuevo. Me alisté en las filas del F.N.P. por iniciativa propia: creyente de que ese batallón era el escenario idóneo donde desplegar las armas dignas una gran victoria, y consciente de que la supervivencia necesaria en las trincheras sacarían mí más talentosa agresividad y me obligarían a defender mi campo con una fe inquebrantable.  

Así, me abastecí de linkedin y de alertas diarias en portales de empleo; bombardeé las redacciones de periódicos, radios, tvs, productoras y editoriales de todo el territorio nacional y parte de Europa; y guié expediciones semanales a esos territorios donde sabía se refugiaban las noticias relacionadas con becas para jóvenes periodistas con idiomas. Sin prisa, pero sin pausa, fui conquistando nuevas tierras: redactora esporádica para folletos publicitarios, derecho a entrevistas personales, llamadas para tomar parte en procesos de selección, viajes a tierras conquistadas antaño a ver si descubría nuevos tesoros.

Pero la lucha me desgastaba porque no me declaraba vencedora en ningún momento, aunque tampoco vencida. Y mientras acariciaba la idea de convertirme en Public Communication Manager de la ONU o en periodista del Gabinete de Comunicación del Parlamento Europeo a través de becas, los NOs me robaban territorios de optimismo, y me resultaba cada vez más difícil seguir avanzando y conquistando tierras a ese enemigo Rey del Miedo y los Vencidos.

Encontraba avituallamiento en mis Amigos, oyentes; en la Música y el Cine, contadores de batallas libradas por otros muy parecidas a las que yo me estaba enfrentando; en mis Padres y mi Hermano, discos rallados repitiendo sin pausa que la batalla no estaba perdida y de que, tarde o temprano, la victoria sería mía porque estaba luchando con Valentía.

Me abastecí de la mejor artillería, aprendí a usarla con destreza en un tiempo récord y no dejé de enviar avanzadillas ni un sólo día. Y fue una de esas jornadas en que andaba a pie de batalla (había descubierto recientemente un territorio atractivo y estaba luchando agresivamente por él), cuando otros soldados me tendieron una pañuelo blanco y me pidieron descansase de tanta guerra. "Cesa en tu empeño, que la tropa ya ha trasladado las noticias al otro bando. Ahora ten paciencia y espera que quieran oír el trato de tu propia boca. Porque si te conceden audiencia, seguro esas tierras serán tuyas".


Vale más el cariño de dos viejos amigos...


Y así fue como en mi búsqueda de empleo valió más el cariño de dos viejos amigos que mis horas colgada de portales de empleo. Además, claro está, de mi posición estratégica de estar en el sitio adecuado en el momento justo, y del entrañable empeño de mis dos amigos porque yo saliese vencedora de mi batalla.

Un empeño que manifestaron primero diseñando mi arma más valiosa: mi vídeo currículo; y después apostando por mí cuando podían no haberlo hecho. Por eso, cuando hoy leía en el avión de camino a mi puesto de trabajo esto de sembrar para recoger, irremediablemente me han venido a la mente esos dos hombrecitos en los que yo sembré cariño hace diez años a través de desayunos familiares y ensaladillas rusas, y que hace un mes me guiaron a recoger mi mejor regalo de cumpleaños.

Y así es como este artículo me refrescaba esa convicción mía de que las relaciones personales fueron, son y serán siempre la clave de todo. Porque el mundo está habitado y construido por personas, y en el cómo interactúes con ellas está el secreto. Valga decir que mi experiencia me ha demostrado que no son los contactos que estableces por interés los que florecen, sino los que riegas con cariño sin esperar nada a cambio. Y prueba de ello es que yo jamás esperé que el heavy de Rekaldillo y el loco de Bolsón me encontrasen un trabajo cuando más falta anímica me hacía, y resulta que así ha sido.  Por eso es importante cuidar a todo el mundo, porque, y como dice uno de estos dos amigos míos:  "Nunca sabes a quién tienes enfrente. Y aunque sepas quién es hoy, nunca sabrás quién llegará a ser el día de mañana".  




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