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“No vuela quien tiene alas, sino quien tiene un cielo” Isla , Elvira Sastre Intenta acomodarse en el sofá, pero no encuentra postura. Los últimos rayos de sol de la tarde se cue lapor las persianas del salón, y dibujan en la pared un mosaico de luces y sombras rectangulares. Se escurre por el respaldo, levanta las piernas sobre la mesita, y le tira bajo el muslo. Pensaba que el mórbido sillón se apiadaría de ella, pero no es así. Ahí sentada también duele, aunque el calor de hogar mitiga su pesar. El frigorífico emite un sonido y rompe el silencio de la pieza. Esboza una sonrisa al escuchar el motor del refrigerador. ¡Ya está en casa! Le urgía tanto volver al hogar. A un frigorífico repleto de comida, a vestirse cómoda sin necesidad de estar presentable para nadie, al sigilo, a unos armarios cuyo contenido conoce al dedillo, a un baño cuyo encerramiento le pertenece. ¡Su baño! Poder sentarse en la taza del váter cuanto rato necesite, abrir la puerta tras la ducha para que salga el v