¿Cuándo dejamos de ser plumillas para convertirnos en comerciales de primera división?



Paradójicamente, los periodistas estamos en desuso en una época en la que informar está de moda. Todos escriben, tiran fotos, difunden acontecimientos, fantasean titulares, y aún así, el consumo de información de calidad está de capa caída. Se lleva ser blogger, community manager o fotógrafo de eventos. Lucir gafas pasta, vestir ropa vintage, ir despeinadas o dejarse barba. Pero es de carcas padecer eso a lo que apela la estética del moderno: sufrir de ojos cansados, disponer de poco tiempo para uno mismo, y vestir con ropa antigua porque no hay dinero para nuevas temporadas. Es molón ejercer de reportero, pero cutre ser plumilla.


Así lo dicta la oferta y la demanda. Se requiere personal para departamentos de comunicación, pero no para medios de información. El periodista llegó a la universidad ansioso por interiorizar cultura general, aprender Historia, consumir Literatura y entender las reglas del juego de instituciones y estados; y años después se preocupa por dominar las claves del marketing online para catapultarse a un puesto bien remunerado en esa oficina de las empresas desde donde se genera la información necesaria para estar presente en todas las herramientas de comunicación posibles.  

Ya no hacemos preguntas, ahora las respondemos. Tampoco estamos atentos a descubrir historias en la calle, ahora las generamos entre cuatro paredes para desarrollar contenido de la web.

Ninguno pensamos que en vez de historias, acabaríamos contando cuentos chinos en redes sociales y notas de prensa. Que no estaríamos a pie de calle viviendo para narrar, sino encerrados en un despacho seseando para dotar de gancho mensajes abreviados que difundir en Facebook o Twitter. Que no nos correspondería un espacio en blanco en los medios impresos para profundizar en algún tema, sino que pelearíamos por que nos cediesen una migaja del A3 donde copiar y pegar parte de la nota de prensa enviada a la redacción.   

Pero hemos aceptado la necesidad de reinventarnos para permanecer en activo. Nos sedujeron los horarios fijos y los fines de semana libres del mundo corporativo, y optamos por participar en la sociedad del bienestar. Ésa en la que cada vez hay menos periodistas carcas felices llenos de historias, y más de directores de comunicación molones aburridos.

Directora de prensa y comunicación (España)

Pero bueno, más vale comunicador moderno, que tradicional camarero. "Al menos estás trabajando de lo tuyo", te felicitarán los amigos de tus padres. "Sí, soy una afortunada", les mentiras mientras piensas que los aitas no pidieron un crédito para formarte en labores comerciales, sino para que la niña supiese de muchas cosas, y se moviese de aquí para allá con criterio, para inmortalizar cuanto vivía en una prosa remunerada que ellos guardarían orgullosos en el primer cajón mesilla.

Porque siempre me gustó ser La Mirada de Jass, y no Jass Press, pero había que pagar el alquiler.

Periodista (Cisjordania)

Publicado el 30/10/2013

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