¿Hacemos cuanto hacemos para nosotros o para que los demás nos reconozcan en ello?
Rodríguez, Sugar Man, durante una actuación. FOTO: NYTimes |
Talento hay muchos, y personas
dotadas de alguno: millones. Hay músicos, pintores, escritores, cantantes,
escultores, compositores, dibujantes, grafiteros… tantos creadores reflejando
el mundo, el ajeno y el propio; buscando respuestas a través de herramientas
con las que construir respuestas, para ellos mismos, y tan útiles para los
demás.
Supongo que uno se pone a
componer canciones, a pintar imágenes, a esculpir formas para uno mismo. En
busca de algo sólo posible de hallar en el proceso de creación de la obra. A
veces encontrado al término de la actuación, otras no. Uno se enfrenta a un
papel en blanco para contar una historia que le ha volcado el corazón, para
sacársela de la entrañas, para verla con un poco de distancia y entenderla,
para digerirla, para aprender de ella, para no olvidar lo ocurrido, pero sí ser
capaces de crecer con ello, para contar a los demás algo que considera es necesario que sepan.
Para conseguir compartirla con el resto se pone en contacto con galeristas, graba una maqueta, lucha por un hueco en la pantalla de los festivales, envía la historia a una editorial. A veces la negociación sale bien y logra entrar al escaparate, otras no. Y cuando no: ¿Ha merecido la pena? ¿Aparece la frustación porque nadie concede a la obra la importancia deseada por el creador? ¿Sigue este último trabajando su talento? ¿Para él mismo o continúa luchando porque el resto lo reconozca también?
Una obra que sí ha encontrado escaparate y que nos ha contado una gran historia en formato documental |
Hubo uno que siguió desarrollando su talento, aún cuando aparentemente nadie lo apreciaba, y sin pretender que llegasen a valorarlo. Según narra el documental Searching for Sugar Man, que retrata lo ocurrido con este artista, las historias sociales de Rodríguez no calaron en Estados Unidos. El público estadounidense no llegó a conocer los retratos que este cantautor compuso por las calles de Detroit. A pesar de haberle descubierto un sello discográfico y de haber publicado dos álbumes, estos no alcanzaron repercusión. Así, a Rodríguez lo echaron, y el artista jamás volvió a intentar publicar su obra.
Pero siguió con su guitarra: se la colgaba al llegar de la obra donde se ganaba la vida como albañil. La música era parte de su día a día, pero no dedicó esfuerzo en compartirla con el resto y dejar que el posible éxito le sacase de la obra. Y aún cuando descubre que es una estrella en Sudáfrica, como bien cuenta en el documental, él sigue con su vida como si nada.
De ahí la pregunta: ¿Hacemos cuanto hacemos para nosotros o para que los demás nos reconozcan en ello? El hecho de que los demás nos reconozcan en ello supone obtener beneficios económicos de ese talento, y esto se traduce en poder dedicarte plenamente a ello. Sin necesidad de fijar ladrillos durante el día para componer por la noche, porque puedes estar todo el día con la guitarra colgada. ¿No nos interesa a todos hacer lo que más nos gusta todo el rato y que los demás nos quieran por ello? Pues parece que no...
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aloha
dani