Vísteme despacio, que me gusta la moda

Escaparate de Biyona. Foto: Rubén Pantiga


Tropezarte por sorpresa con una tienda de moda en una calle de adoquines flanqueada por antiguas casas de pescadores. Detenerte a mirar el vanguardista escaparate, atraída por lo mucho que contrasta con lo tradicional de este pueblo construido de piedra caliza y de madera. Entrar curiosa por descubrir qué ropa se vende en un local localizado en una calle donde sólo le hacen competencia restaurantes que sirven fresco pescado. Estar dentro y sonreír al reconocer ese largo mostrador de madera en que tu abuela te sentaba cuando eras pequeña para probarte camisetas interiores de algodón con florecitas rosas en los tirantes.

Echar un vistazo al local buscando alguna otra similitud con aquel lugar donde la amoña reponía las medias que rompías en el patio del colegio, y encontrar algo de aquel templo de tu infancia, aún sin hallarte ahí dentro del todo. Seguramente porque las proporciones ya no cuadran, y antes parecía un lugar enorme, diseñado a la medida de los mayores, y ahora parece más bien confeccionado a tu tamaño.

Ese largo mostrador donde a tantas clientas se ha atendido. Foto: Rubén Pantiga


Un joven sonriente interrumpe tu flasback y te da las buenas tardes. Pero la conversación la guías tú y la encaminas hacia dónde quieres llegar. "Hola, qué tal. ¿Desde cuándo está esta tienda abierta?". "Llevo aquí dos semanas", responde él en tono alegre. Y no le das tiempo a seguir, porque quieres compartir tu emoción con alguien, y su cara amable te da pie a elegirlo a él para la confesión. "Ésta es la mercería donde me traía mi amoña a comprarme medias y ropa interior cuando era pequeña. ¿No?". Se lo preguntas porque no estás segura de que sea así y te mueres de ganas por que te responda: "Sí claro. Es la mercería Biyona. La de toda la vida". 

Y es aquella mercería, sí. Pero de aquella tienda sólo queda el carácter, como el mismo propietario reconoce: "porque los años imprimen carácter a las cosas, y este local tiene eso". Pero además, del alma de aquella antigua mercería, Biyona tiene en estos tiempos algo más. Posee un nuevo modo de vender ropa, un modelo de negocio diferente al que estamos acostumbrados. De hecho, una tienda dedicada a la moda no abriría jamás en la calle central de San Juan, si no pretendiese traer al negocio textil un nuevo valor. En este caso: un producto y una atención muy especial a los clientes


Rubén Pantiga, enamorado de la moda y cansado del modelo de negocio predominante




"Llevaba mucho tiempo harto de la oferta presente hoy día, porque creo que el negocio de la moda no se ajusta mucho a sus funciones. Quería abrir una tienda y estaba buscando el lugar idóneo para ese tipo de negocio que yo quería ofrecer: un lugar donde combinar producción, asesoramiento, atención y enfoque honesto hacia el cliente. Y tuve claro que el lugar idóneo era éste...". 

Ahora en Biyona hace todo eso. Produce bisutería, confecciona bolsos de mano, recibe al público con una copa de gominolas para ir endulzando paladar a la vez que eliges complementos, y no osa decir que algo sienta bien cuando no es así. Habla de las colecciones que cuelgan de las paredes de la antigua mercería con un cariño contagioso. No en vano, conoce a la mayor parte de las personas que las producen, y vende las obras de estos últimos porque cree en la calidad de los productos que le traen. 

Y es que, fotógrafo de profesión, su pasión por la moda le llevó a Londres a especializarse en su campo preferido. Y después de años en la capital inglesa absorbiendo los secretos del oficio, ha optado por desarrollar su profesión más querida allí donde puede llevarla a cabo con el cariño y la dedicación que le merecen...un tranquilo pueblo pesquero guipuzcoano donde confeccionar y ofrecer Moda con el tiempo y la paciencia que todo buen Arte requieren.  




Símbolo de que el paso por Biyona se hace con tranquilidad, con tiempo y con reposo. FOTO: Rubén Pantiga

Comentarios

Lo más leído

Qué se celebra en San Sebastián con la tamborrada el 20 de enero

Atari Gastroteka, más allá de la gastronomía vasca

La bailaora Rocío Molina, elegancia asalvajada por palos flamencos

El Alboka, ese clásico "where everybody knows your name"

¿Por qué apenas se habla de lo que está pasando en Senegal?