De cuando te olvidas de quién eres
Las historias al alcance de mi mirada son infinitas. Muchos temas, interesantes protagonistas y distintos lugares me acompañan a diario. Por la calle, en el autobús, en la playa, en Internet, ... Claro que hay días que, aunque abiertos, los ojos no andan despiertos y los cuentos pasan de largo. Por épocas, los pensamientos se vuelven tan poderosos que absorben toda la atención. Y, entonces, vagabundeo por el mundo, el mío y el ajeno, sin echar un vistazo a cuanto ocurre. Como ciega.
Cuando suben estas mareas que todo lo inundan, parece que no quede tiempo nada más que para nadar, para luchar por que la corriente no te arrastre, por lograr alcanzar un determinado punto sin ahogarte en el intento. Como cuando las situaciones te sobrepasan y te quedas sin poder de decisión, en etas épocas de mareas vivas el objetivo primordial es mantenerse a flote mientras dura la marejada. Porque, y no mal pensado, si no te quedas sin aire durante el maretón, fácilmente llegarás nadando tranquilamente a donde quieras cuando vuelva la calma chicha.
Pero, qué difícil recuperar el ritmo de la travesía cuando llevas tiempo a la suerte de la corriente. Para cuando tienes que echar brazada otra vez se te ha olvidado ya hacia dónde nadabas, en qué estilo, a qué ritmo. Y qué pena olvidarte eso. De ti. De cómo empleas tu tiempo. De con quién te gusta reírte. De qué historias te gusta leer. Pero es que cuando una situación de fuerza mayor se impone, te entregas a ella, olvidándote de ti misma y vendiéndole tu alma, que hasta ese momento no estaba en venta. Y para cuando quieres regalarte algo a ti misma, ya no te queda alegría para eso.
Eso le ocurrió a la guapa y alegre protagonista de Un joyeux évènement (Un feliz acontecimiento), que se entrega en cuerpo y alma a su pequeña princesa, y el bebé le absorbe todo aquello reservado sólo para ella, y para él, hasta su nacimiento. Llevado a un plano más cotidiano, algo así como cuando abandonas tus aficiones, tus intereses, y tus amores; y, sin entender de dónde viene, empieza a imperar una irritación y ansiedad insoportable que se dispara sin motivo contra el primero que se pone a tiro.
"La deslealtad a uno mismo no se suele advertir en el presente; se camufla de malestar, de ansiedad difusa, porque éstas son sensaciones mucho más fáciles de sobrellevar...Yo nunca acabé de identificar aquello que no era más que una traición a mis deseos...", me regaló Elvira Lindo en Lo que me queda por vivir. Y esta cita me parece confeccionada al dedillo para momentos como los narrados.
Por suerte, tras las tormentas llegan las calmas, y con los ojos y los oídos ya abiertos puedes atender a cuánto te traen los buenos contadores de historias, verte reflejada en sus personajes, y mirar de frente a eso que te estalla los ojos en lágrimas. Y para cuando los lagrimales se te quedan secos, ya se te han limpiado los ojos y vuelven a pasearse atentos, por la calle, en el autobús, en la playa, en Internet,... Así que respiro hondo, conecto la música y dejo que la sensual Buika me susurre A mi manera mientras camino por la ciudad en busca de historias al alcance de mi mirada, la de Jass.
Cuando suben estas mareas que todo lo inundan, parece que no quede tiempo nada más que para nadar, para luchar por que la corriente no te arrastre, por lograr alcanzar un determinado punto sin ahogarte en el intento. Como cuando las situaciones te sobrepasan y te quedas sin poder de decisión, en etas épocas de mareas vivas el objetivo primordial es mantenerse a flote mientras dura la marejada. Porque, y no mal pensado, si no te quedas sin aire durante el maretón, fácilmente llegarás nadando tranquilamente a donde quieras cuando vuelva la calma chicha.
Pero, qué difícil recuperar el ritmo de la travesía cuando llevas tiempo a la suerte de la corriente. Para cuando tienes que echar brazada otra vez se te ha olvidado ya hacia dónde nadabas, en qué estilo, a qué ritmo. Y qué pena olvidarte eso. De ti. De cómo empleas tu tiempo. De con quién te gusta reírte. De qué historias te gusta leer. Pero es que cuando una situación de fuerza mayor se impone, te entregas a ella, olvidándote de ti misma y vendiéndole tu alma, que hasta ese momento no estaba en venta. Y para cuando quieres regalarte algo a ti misma, ya no te queda alegría para eso.
Eso le ocurrió a la guapa y alegre protagonista de Un joyeux évènement (Un feliz acontecimiento), que se entrega en cuerpo y alma a su pequeña princesa, y el bebé le absorbe todo aquello reservado sólo para ella, y para él, hasta su nacimiento. Llevado a un plano más cotidiano, algo así como cuando abandonas tus aficiones, tus intereses, y tus amores; y, sin entender de dónde viene, empieza a imperar una irritación y ansiedad insoportable que se dispara sin motivo contra el primero que se pone a tiro.
"La deslealtad a uno mismo no se suele advertir en el presente; se camufla de malestar, de ansiedad difusa, porque éstas son sensaciones mucho más fáciles de sobrellevar...Yo nunca acabé de identificar aquello que no era más que una traición a mis deseos...", me regaló Elvira Lindo en Lo que me queda por vivir. Y esta cita me parece confeccionada al dedillo para momentos como los narrados.
Por suerte, tras las tormentas llegan las calmas, y con los ojos y los oídos ya abiertos puedes atender a cuánto te traen los buenos contadores de historias, verte reflejada en sus personajes, y mirar de frente a eso que te estalla los ojos en lágrimas. Y para cuando los lagrimales se te quedan secos, ya se te han limpiado los ojos y vuelven a pasearse atentos, por la calle, en el autobús, en la playa, en Internet,... Así que respiro hondo, conecto la música y dejo que la sensual Buika me susurre A mi manera mientras camino por la ciudad en busca de historias al alcance de mi mirada, la de Jass.
Comentarios