Mi nueva vida sin ti

El metro a las ocho y media de la mañana era lo más parecido a una pesadilla despierta. Tres trenes habían desfilado ante su impaciente mirada, y no había logrado a poner el pie en ninguno. No cabía ni un alfiler. Mucho menos ella, los quince kilos cargados a la espalda, y las dos pesadas bolsas, una en cada mano. Iba con el tiempo justo, así que haría lo posible por subirse al siguiente vagón. Un par de codazos y un firme empujón con las bolsas a la altura de las rodillas del resto de viajeros fueron suficientes para apretujarse entre las gentes. Un balanceo con el contrapeso de la mochila salvó el cierre de las puertas. Ya estaba rumbo a su destino. Se alegró. Pero entonces: coletazos en la boca. Sin intención, sí, pero pelos ajenos en su boca al fin y al cabo. Sobacos tan cerca de la nariz como nunca hubiese podido imaginar, falta de aire, un ambiente cargado de olores, y mucho calor de repente. Aún más falta de aire. Buscarlo entre los huecos entre persona...