Dña. Triqui

Raíces, por Frida Kahlo Extasiada. Así la encontramos a nuestra vuelta de la playa. Entró en el salón arrastrándose, la boca abierta, y la mirada perdida, como fuera de sí . A mí me dio miedo. Parecía como poseída con esos ojos vivos suyos chispeantes. Como si quisiera absorber la energía de quienes la rodeábamos. Mi madre le sirvió algo de agua. Hacía un calor insoportable y habíamos vuelto temprano de la playa, porque los 35 grados que nos asaltaron por sorpresa en el Sur de Franci,a aquel día de principios de mayo, eran irrespirables. “¿Qué te ocurre?”, le preguntó mi madre. Pero ella no contestó, y se limitó a mirarla fijamente a los ojos. Era común en ella eso de hacer mutis por el foro. Independiente como era, sólo volvía a la familia cuando le convenía. Pero aún cuando vivía en su mundo, he de reconocer que podía ser delicadamente cariñosa a ratos. Su carácter solitario no le restaba necesidad de mimos. Seguramente por eso charlaba a diario con mis padres, les acompa...